martes, 21 de diciembre de 2010

atención sr. profesor

¿Quiere que le preste atención Señor Profesor?
Buenas tardes Profe.
Le escribo esta carta desde el aburrimiento de mi pupitre, mientras escucho sin que se dé usted cuenta una canción de Serrat*. Mi mamá es una fan de este señor y a mi me suena gracioso.
¿Se cansó ya de gritarme? ¿O es ya una costumbre para que no mire a las musarañas?
Lo que usted me enseña no me interesa lo mas mínimo aprenderlo. ¿Para que? Está escrito en un libro. Lo puedo mirar cuando quiera.
No me interesa un libro, me gusta jugar y probar, saber que estoy vivo, no quiero morir cuando entro en la clase. Cuando aprendí a andar no tenía un manual de instrucciones, pero asómbrese, aprendí solo. Me caía y volvía caer y con la práctica aprendí. El copiar de una pizarra no me hace que me sienta nada alegre. El dibujar en el suelo y ensuciarme me encanta, no se olvide que soy un niño y que por mucho que quiera usted no me va a meter en una jaula. Los niños somos traviesos, juguetones y nos gusta probar todo. Los adultos son aburridos y tristes y todo es una carga para ellos. Yo de lo que pasó hace un rato no me acuerdo pues ya pasó, pero usted me lo recuerda todo el tiempo.
¿Se acuerda usted de esa vez que todos le prestamos atención cuando nos trajo esa fruta tropical que ningunos conocíamos y la pudimos probar? Todos queríamos adivinar su nombre y la curiosidad casi nos mataba. ¿O de cuando nos llevó al parque a buscar raíces y todo éramos exploradores? Yo era el Capitán Scott, acompañado de Evans, Wilson, Bowers y Oates, alcanzando el polo sur y buscando raíces para sobrevivir. ¿Se acuerda que nos trajo la canción de Mecano que hablaba de ellos? Esa fue la mejor lección de historia del Mundo, Mundial. JO.
De esos lindos días me acuerdo de los demás ya no.
Las Moscas, poema de A. Machado
Vosotras, las familiares, inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares, me evocáis todas las cosas.
¡Oh, viejas moscas voraces como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío, en el salón familiar,
las claras tardes de estío en que yo empecé a soñar!
Y en la aborrecida escuela, raudas moscas divertidas,
perseguidas por amor de lo que vuela
-que todo es volar-, sonoras, rebotando en los cristales
en los días otoñales... Moscas de todas las horas,
de siempre... Moscas vulgares, de mi juventud dorada,
de esta segunda inocencia que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares, que de puro familiares
no tendréis digno cantor: yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado, sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor, sobre los párpados yertos de los muertos.
Inevitables golosas, que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas; pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas, me evocáis todas las cosas.
Poema de Antonio Machado

No hay comentarios:

educación social, un derecho y un criterio